viernes, 29 de abril de 2022

LA TABLA DE FLANDES, de Arturo Pérez Reverte (1990)


Lectura 17/2022 (29-04-2022) 
Puntuación: 9/10 Sí lo recomendaría.

Autor: Arturo Pérez-Reverte (España, 1951) 

Título: La tabla de Flandes

 Año: 1990 

Editado en 2000 por la Editorial Plaza & Janés Editores, 412 páginas, ISBN 84-8450-002-0 

Argumento: A finales del siglo XV un viejo maestro flamenco introduce en uno de sus cuadros, en forma de partida de ajedrez, la clave de un secreto que pudo cambiar la historia de Europa. Cinco siglos después, una joven restauradora de arte, un anticuario homosexual y un excéntrico jugador de ajedrez unen sus fuerzas para tratar de resolver el enigma. La investigación les conducirá a través de una apasionante pesquisa en la que los movimientos del juego irán abriendo las puertas de un misterio que acabará por envolver a todos sus protagonistas. La tabla de Flandes es un apasionante juego de trampas e inversiones -pintura, música, literatura, historia, lógica matemática- que Arturo Pérez-Reverte encaja con diabólica destreza.

Mi opinión: Esta fue la primera novela que leí del gran maestro Arturo Pérez-Reverte y en ella descubrí una de esas lecturas que dejan cierta huella, por la casi perfección que como producto, representa. Nada queda al azar, no existen casualidades en la cuidada prosa del autor. Cada palabra causa la sensación de haber sido meticulosamente elegida del amplio repertorio lingüístico que caracteriza a este escritor. No en vano es hoy un reconocido miembro de la Real Academia de la Lengua (RAE) y es que con toda justicia sienta cátedra en cada frase. Su lenguaje es preciso, parece cortado de un tajo por la brevedad de sus descripciones, justas y precisas, sin alargamientos ni repeticiones. Nadie como Arturo Pérez-Reverte sabe crear en el imaginario del lector una escena con tan alto nivel de detalle y definición pero recurriendo a las palabras mínimas. 

Sus personajes están vivos, son poliédricos y se nota su respiración, los latidos de su corazón, la carne y el hueso. Ninguno de ellos cae en el maniqueísmo que las novelas actuales propugnan como modelo de literatura, donde los buenos son buenísimos y los malos son malísimos. Hay buenos y malos en La tabla de Flandes, claro, pero el lector puede comprender todas y cada una de sus motivaciones. No se juzga a un personaje, o al protagonista, por sus virtudes, sino por sus defectos, y es la acertada combinación de unas y otros lo que confiere el verismo que en otros autores jamás se consigue. En esto debo reconocer al autor como un maestro que tiene mucho que enseñar a otros.

La trama es trepidante, propia del género de suspense, con toques policíacos, una imperceptible pizca de terror, y grandes dosis de arte pictórico y ajedrez, que son los dos ejes cuya combinación cimienta esta historia. La novela será disfrutada por los aficionados y amantes de estas artes, pero no es necesario ser ningún entendido, ni si quiera en los secretos del ajedrez ni de la pintura gótica flamenca, para disfrutar la novela. El autor no dedica una sola línea a farragosas descripciones o textos de relleno, como otros hacen, sino que suelta varias pinceladas en cada capítulo, de modo pautado y reflexivo, buscando no agobiar al lector con datos históricos o abstractos movimientos ajedrecísticos. Todo lo contrario. Cada página anima a pasar la siguiente.

Sin concretar el nombre de la ciudad ni la fecha de la narración, la ambientación sumerge al lector en días otoñales, lluviosos, de una gran ciudad que bien podría ser el Madrid o la Barcelona de un otoño a finales de los años ochenta. Una joven restauradora de obras de arte, una extravagante marchante y galerista, un anticuario homosexual, y un peculiar maestro del ajedrez forman la base de unos personajes difícilmente olvidables, precisamente porque el lector no llega a sentirlos como personajes, sino como verdaderos acompañantes de una historia que en verdad engancha. A éstos les rodean otros secundarios magníficos que también dejan huella en la memoria, despiertan sonrisas de simpatía o levantan cejas de asombro, y que se mueven guiados por las emociones universales, todos ellos, que como en cualquier partida de ajedrez, enfrentan al blanco y al negro, o tal vez fingen hacerlo mientras se confunden en un tablero de claroscuros repleto de luces y sombras que se confunden en el gris.

Es una lectura ágil, amena y de hecho es una de esas novelas que yo he leído ya en tres ocasiones, la primera hace años, antes de leer otros libros del autor, y la última con ocasión de la preparación de esta reseña que escribo.

Es mi opinión. Tú tendrás la tuya, si lo lees.

4 comentarios:

  1. Genial, me animo a leerla!!!

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  2. Anónimo6/5/22 13:56

    Con el entusiasmo que transmites merece la pena emprender la lectura de este libro partiendo de la base de que tenía la idea preconcebida de que habría que ser un entendido en el juego del ajedrez para comprender la trama de la novela.

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  3. Gracias' por tu opinión!!

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  4. Ojalá hubiera más reseñas así de bien escritas en Google. Sin duda animas a la lectura. Gracias!

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