viernes, 13 de mayo de 2022

EL SOL DE LA DECADENCIA, de Luis Antonio de Villena (2007)


Lectura 19/2022 (13-05-2022) 

Puntuación: 0/10 No lo recomendaría. (¡Es un bodrio!)

Autor: Luis Antonio de Villena (España, 1951)

Título: El sol de la decadencia

 Año: 2007

Editado en 2007 por El Aleph Editores, S.A., 212 páginas, ISBN 978-84-7669-800-6

Argumento: En mayo de 1940, Phil, un joven estudiante de literatura acepta un peculiar trabajo: escribir las memorias de Alfred Taylor, anciano caballero ingles afincado en California y retirado del mundo del cine. Acompañado por Toby, su compañero sentimental, los dos jóvenes se irán sumergiendo en el pasado de un hombre que desde niño estuvo marcado por su doble condición de pobre y homosexual. La aparente frivolidad de su vida distinguida, envuelta en un halo de esteticismo exacerbado, su pasión por los muchachos jóvenes, su actividad como proxeneta, los selectos círculos a los que accedió en los que se codeó con figuras como Oscar Wilde, Greta Garbo o Friedrich Murnau, van dejando entrever la realidad del peso aplastante del puritanismo victoriano y de la estigmatización social. Cruda pero de una gran belleza, a la vez novela biográfica y relato iniciático, El sol de la decadencia plantea preguntas: la amistad, el uranismo, la prostitución, la soledad y la marginación son sólo algunas de ellas.

Mi opinión: Es el peor libro que he leído en años. Decadencia. Eso es define precisamente a esta novela en la que el único acierto del autor fue el título, El sol de la decadencia. Porque es una aberración literaria, una burla infame al lector con absoluta alevosía y mala fe. Si el delito de estafa pudiese aplicarse a la calidad artística de una obra literaria, este sería un ejemplo que sentaría jurisprudencia. 

Y conste que la novela empieza bien. Pero solo eso. El argumento que el incauto lector puede leer en la cubierta de la parte trasera del libro es el único conjunto de letras de toda la obra que está correctamente escrito y consigue enganchar. Por eso me animé a leerla, y también porque aunque no conocía nada del autor, su nombre ha ocupado algún espacio en la vida cultural española reciente. Supongo que porque se autodefine como poeta y ha escrito docenas de publicaciones desde hace décadas. Pues bien, si todas sus publicaciones tienen la calidad literaria que he encontrado en El sol de la decadencia, paren el barco que me bajo aquí. No sé ni por dónde empezar esta reseña. Primero, el argumento y el estilo lo dejaré para el final.

En su conjunto, la obra es un despropósito integral donde nada se salva. Solo las primeras tres páginas están escritas de un modo justo, correcto, aunque sin más pretensiones. Fueron las tres únicas páginas que el autor quiso molestarse en revisar antes de mandar a su amiguete de la editorial. Porque a partir de ahí, la novela es un manuscrito en su versión inicial, sin revisar ni corregir. El lector será sorprendido por una sucesión eterna de incongruencias, repeticiones, erratas... Vamos allá:

El argumento nos sitúa en la sobria mansión de Alfred Taylor, un septuagenario inglés que vive sus últimos días en Los Angeles tras sus años como tramoyista o decorador en Hollywood. La línea temporal es el año 1940, fecha que el narrador se encarga de recordar en cada capítulo para que el lector, tan idiota como el narrador debe suponer, no lo olvide. Este inglés es una vieja gloria, podríamos decir, que se codeó con las estrellas del cine en blanco y negro -mudo y sonoro-, y que decide contratar a Phil, un joven universitario para dictarle sus memorias y publicarlas tal vez. Esta es la premisa de la novela, aunque debemos tener en cuenta un detalle: nuestro protagonista es homosexual.

En cualquier caso, aun después de leer la novela sigo sin tener claro quién es el protagonista: el narrador baila en cada capítulo como un péndulo borracho. Unas veces narra el novio de Phil en primera persona, cuando acompaña a su pareja a la mansión del señor Taylor para hacer de bulto (o sujetavelas) mientras su novio escribe lo que el anciano Alfred Taylor dicta. Pero de pronto el narrador es omnisciente, en tercera persona, sin que el lector entienda por qué ese cambio, cuando argumentalmente no está justificado. Y lo más intrigante: prácticamente nada se cuenta en la novela sobre Phil o su novio, no sabemos casi nada de ello -salvo algunos datos banales y clichés que no afectan a su personalidad-. En realidad el verdadero protagonista parece ser el señor Alfred Taylor, que dedica las 212 páginas de la novela a contarnos su apasionante y para nada aburrida, inverosímil o increíble vida. Perdón por el sarcasmo. E incluso este protagonista es dudoso, porque en algunos momentos el autor se refiere a él con el nombre de Alfred Taylor, otras veces es Alfred Sheen, y vaya usted a saber porqué. Estos cambios se deben al estado de ánimo con que el autor comenzaba a escribir cada día, porque otro motivo no me lo explico.

Termino con el argumento, y advierto de que en el siguiente párrafo revelo parte de la trama, aunque confío en hacer un favor con ello a los lectores del blog para evitar que pierdan el tiempo con esta novela. El tema principal de esta novela es la prostitución masculina. Hasta ahí nada que objetar. Incluso le concedo la gracia de la originalidad al autor, ya que es un tema poco frecuente en literatura. Pero nada más. Porque las 212 páginas de la novela son una repetición cansina del tópico: "viejo verde homosexual se enamora de jovencito hermoso homosexual, le inicia en el camino del sexo, el jovencito se enamora perdidamente de él (¡muy realista!) y luego el viejo verde pasa a por el siguiente jovencito de la lista". Me resulta repulsivo. Leyendo la novela imaginaba que fuese una situación distinta. Un viejo verde heterosexual asaltando a mujeres jóvenes, adolescentes. Pues me parece igual de repulsivo. Es que esto es la fantasía sexual, o perversión, del personaje Alfred Taylor (¿o del narrador?), pero la vida real no es así. No olvidemos que hablamos de la prostitución masculina, donde entra el dinero por medio, pero es que aún así, la obsesión sexual de Alfred Taylor (¿o del narrador?) por los jovencitos -adolescentes- me resulta inquietante, cuando no escalofriante. ¿Perdón? 

Es que toda la novela es una repetición constante de la misma escena: Alfred Taylor narrando sus pasiones sexuales con jóvenes que podrían ser sus hijos o nietos, que se quedan prendados de él, y a quienes él manipula a su conveniencia, utiliza y abusa. Y aquí viene la revelación del final de la novela: en el último capítulo el propio Alfred Taylor "seduce" a Phil, que pone los cuernos a su novio para acostarse con este señor (no olvidemos que tiene setenta años ya en este momento, y que Phil tiene veinte). Y no solo eso. Luego, Phil revela a su joven novio la infidelidad, y el joven novio de Phil concluye que no pasa nada, y que de hecho, quiere enrollarse con ambos. ¿Perdón? ¿Dónde está la psicología, el sentimiento de los personajes? Son personajes de cartón piedra. El autor dedica toda la novela a relatar una tras otra las batallitas sexuales de Alfred Taylor durante los últimos setenta años de su vida, pero el conflicto principal -la infidelidad- entre Phil y su novio, se deja para el último capítulo de la novela, sin ningún ahondamiento ni desarrollo psicológico. De nuevo lo afirmo: esta novela es la recreación escrita de las fantasías sexuales del personaje Alfred Taylor (¿o del narrador?), rozando en multitud de ocasiones expresiones pornográficas totalmente descontextualizadas, molestas y triviales. Esto no es literatura.

Y si solo fuera eso... No. Hay más. El autor parece escribir cada capítulo según una plantilla, porque claro, como se supone que Phil está escribiendo las memorias de Alfred Taylor -y no pueden escribir nada acerca de la homosexualidad porque viven en Estados Unidos en 1940-, cada sesión de trabajo consiste en el señor Taylor contando batallitas de sus amoríos homosexuales de juventud, y antes de cerrar cada capítulo, el autor nos mete con calzador una frase vacía sobre que si Greta Garbo era muy seca de carácter o que si Charlie Chaplin le invitó a jugar a los bolos al bueno de Alfred Taylor. Y esa estructura se repite en cada capítulo, hasta el hartazgo del lector.

Y ahora el estilo, que es lo peor de la novela: he llegado a la conclusión de que el ínclito Luis Antonio de Villena no sabe o no quiere saber escribir. Hay capítulos completos que son prescindibles. Si se eliminasen de la obra, la biografía de Alfred Taylor -o el argumento de la novela- no se vería afectado un ápice. Hay capítulos que constituyen una amalgama de párrafos extensos, interminables, sin puntos y aparte, sin espacios para respirar. Y dentro de esos párrafos el lector encuentra una plaga de signos de paréntesis absolutamente mal empleados, que frenan la lectura cuando no deben, que aportan más información vacía e innecesaria, y que sobran. Cuando encontré el primer signo de paréntesis -ya en la primera página, ingenuo de mí-, me hizo gracia. Qué original, pensé. Al segundo y tercero -también en la primera página- me resultó interesante sin más. Cuando toda la novela está escrita con signos de paréntesis me pregunto si Luis Antonio de Villena fue al colegio el día que explicaron el uso de los signos de paréntesis. Debo suponer que no fue.

No existen descripciones, el lector desconoce qué aspecto tiene Phil o su novio. Los adjetivos que el autor emplea para describirlos son del nivel de tercer curso de educación primaria: guapo, fuerte, alto. A menudo tengo la sensación de que los personajes hablan dentro de una habitación vacía, de paredes blancas, porque no existe un escenario trabajado, no existe cuidado ni cariño en el detalle, y eso que no pido mucho. Me basta con enterarme de lo que leo, y esta novela me lo pone difícil.

Es mi opinión. Tú tendrás la tuya, si lo lees.

3 comentarios:

  1. Vaya, pues me fío de tu criterio. Todo lo que recomiendas me ha gustado hasta ahora. Crítica trabajada, de calidad y bien referenciada. ¡Gracias!

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  2. Crítica muy dura la verdad

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