viernes, 20 de mayo de 2022

LA ISLA DEL TESORO, de Robert Louis Stevenson (1883)

Lectura 18/2022 (06-05-2022) 

Puntuación: 10/10 Obra maestra.

Autor: Robert Louis Stevenson (Reino Unido, 1850 - Samoa, 1894)

Título: Treasure island

 Año: 1883 

Traductora: María Durante

Editado en 1981 por la Editorial Anaya, 260 páginas, ISBN 84-96246-08-6.

Argumento: La isla del tesoro narra una aventura de un tiempo lejano, en el que todavía había piratas y tesoros escondidos en islas desiertas. El mapa de una isla cae en manos del joven Jim Hawkins. El mapa indica el lugar donde el mayor pirata de todos los tiempos ha escondido su botín. Junto con un barón, un médico y una colorida tripulación, Jim parte en busca de la isla. Una parte de la tripulación resulta estar compuesta por mercenarios amotinados, por lo que los buenos buscadores del tesoro deberán sortear un sinnúmero de obstáculos antes de poder obtener su recompensa. Son pocos los marineros que regresan sanos y salvos a Inglaterra. La novela constituye uno de los puntos cúlmines de la literatura de aventuras y ha encontrado ávidos lectores no solo entre los adolescentes, sino también en el público adulto.

Mi opinión: Esta es una de esas novelas atemporales, universales, que se consagran como obras maestras de la literatura. Escrita a finales del siglo XIX por un hombre que se la dedica al hijo de su esposa, viuda de un matrimonio anterior, podemos pensar que es una historia infantil y desde luego es perfectamente apta para ese público. Pero como las grandes historias infantiles, sus dosis de aventura trepidante y acción sorprendente animan a su lectura a cualquier persona con independencia de su edad. Tan solo se requiere tener espíritu soñador. El resto lo añade la magnífica prosa de Robert Louis Stevenson, hombre que sin duda se recreaba en las aventuras que escribió, pues terminó sus días viviendo en aquellos islotes de arenas blancas y palmeras tropicales, tal vez buscando tesoros enterrados por piratas despiadados. 

Debe reconocerse igualmente la magnífica traducción de María Durante, pues logra expresar en español la peculiar jerga de cada personaje, con especial mención a los piratas, sus canciones, sus expresiones y dichos, y además de todo ello, la novela luce un extenso vocabulario de términos propios de la navegación marítima que están correctamente explicados y que sumergen aún más al lector en la auténtica odisea de un buque británico surcando las aguas del océano Atlántico en busca de un gran tesoro.

Magistral, en todos los sentidos, esta novela está construida sobre los cimientos de una trama sólida y a la vez muy simple: la búsqueda de un tesoro señalizado con una cruz en tinta roja sobre un viejo mapa que nuestro protagonista, el joven y valiente Jim Hawkins, encuentra en la posada de una aldea marítima de la costa inglesa que sus padres regentan, a mediados del siglo XVIII. Esta novela es la inspiración de las películas Piratas del Caribe, pero a diferencia de éstas, carece de fantasía. No hay ni siquiera una sola mención al mitológico kraken, el gran calamar gigante, y no por ello se cercena la imaginación lectora. De hecho, la novela recrea a la perfección las curiosas supersticiones de los piratas, quienes se guiaban a partes iguales por los buenos o malos presagios, como por su violencia intempestiva y cruel.

Destaca sobre todos ellos -y cada uno de ellos está descrito con sus peculiaridades características-, el temible bucanero John Silver El Largo, cocinero de la goleta Hispaniola, cuya personalidad casi protagoniza la novela. Es uno de esos personajes que uno desearía que existiesen en la realidad, pues tan perverso es como realista, y su maldad no es absurda o infantil como cabría pensar en una novela aparentemente destinada a niños, sino que es una perversión muy adulta, sometida a una lógica perfecta y creíble, casi incluso empática. En el fondo es un pobre diablo que antepone su obsesión por el oro y las aventuras piratas antes que el respeto a la vida humana y el honor, y pese a todo, no por ello se puede negar que este antagonista carezca de valentía o coraje. Por eso me ha gustado tanto esta novela, porque La isla del Tesoro es una lectura intrépida, que engancha, y lo es gracias a personajes que son de carne y hueso. Debo destacar los rasgos narcisistas propios de un psicópata emocional que he encontrado en el pirata John Silver El Largo, y sin detenerme en ejemplos concretos, Robert Louis Stevenson refleja perfectamente esta personalidad psicopática en la escena del barril de manzanas a bordo de la Hispaniola, cuando a través del narrador, descubrimos a John Silver El Largo retirándose la piel camaleónica ante los otros piratas.

Honor, decíamos antes, es uno de los conceptos clave en La isla del Tesoro y no podría comprenderse esta obra sin él. Porque todos, desde los malvados -y algo estúpidos- piratas hasta el sensato e inolvidable doctor Livesey, se guían por sus propios códigos de honor, aunque ello suponga arriesgar sus vidas. Esta lectura es edificante en ese sentido, pues sin teñirse de moralinas infantiles ni soberbias regañinas, el lector disfruta realmente de la lucha constante entre el bien y el mal, y los sacrificios que ello conlleva.

La trama no decae en ningún momento. Si algo tuviese que destacar en sentido negativo, es el deus ex machina que para mi supone la aparición del personaje del viejo -y un tanto loco- Ben Gunn, que es clave en el desarrollo de la acción novelística. Ahora bien, aunque para mí fue una sorpresa su primera aparición, he de añadir que el autor logra camuflar este recurso argumentístico con tal maestría que casi podemos omitirlo. La novela logra convencer al lector de que la existencia de Ben Gunn es lógica y previsible, aunque en un primer momento uno puede dudar de ello por ser demasiado sorprendente o inverosímil. Pero es un deus ex machina pasable y aceptable.

Concluiré que esta novela es una de esas historias que deja huella en cada lector. Huele a mar, hace sentir al lector el deseo de desenterrar los lingotes de oro, y nos convierte durante unas horas, o días, en auténticos marineros dispuestos a encontrar una remota isla en el Caribe. Pasados los años, seguiré recordando la travesía de la Hispaniola sobre el océano, la silenciosa traición de sanguinarios piratas camuflados de marineros, la lucha por la supervivencia sobre las arenas y colinas de la isla del Tesoro, las historias de piratas que se convirtieron en leyenda y un universo, en definitiva, refrescante, repleto de aventuras y desventuras. Termino con un dicho pirata que se aplica a muchos de los bucaneros que nos mantendrán alerta en las páginas de esta novela: Belcebú y la bebida acabaron con su vida.

Es mi opinión. Tú tendrás la tuya, si lo lees.

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