lunes, 6 de febrero de 2023

22/11/63, de Stephen King (2012)


Lectura 1/2022 (20-01-2023) 

Puntuación: 9/10 Sí lo recomendaría.

Autor: Stephen King (Estados Unidos, 1947)

Título: 22/11/63

 Año: 2012

Traductores:  José Óscar Hernández Sendín y Gabriel Dols Gallardo

Editado en 2012 por la editorial Plaza y Janés, 819 páginas, ISBN 978-84-01-35248-5

Argumento: La vida de Jake Epping, profesor de inglés en el instituto de Lisbon Falls, Maine, cambia por completo en tan solo un instante, después de que su amigo Al, propietario de un diner en su barrio, le descubra un secreto: en su almacén hay una puerta que conduce al pasado, a un día en particular del año 1958. Y Al le pide a Jake que le ayude con una misión que le obsesiona: impedir el asesinato de Kennedy. Y así comienza la nueva vida de Jake como George Amberson, en un mundo muy diferente. En él, George se enamorará mientras sigue el rastro de Lee Harvey Oswald hacia un momento histórico que quizá ahora nunca se produzca.

Mi opinión: El tiempo es caprichoso. Así lo describe esta novela que me ha sorprendido muy gratamente. La premisa de esta historia es buena y atractiva: suponiendo que fuese posible, ¿debería el protagonista viajar en el tiempo a los Estados Unidos de septiembre de 1958 y espiar discretamente a Lee Harvey Oswald, el francotirador que el 22 de noviembre de 1963 cambió la historia al asesinar de un disparo al presidente del gobierno, John Fitzgerald Kennedy, durante un desfile público en su visita a la ciudad de Dallas? Esta pregunta no es baladí: ¿debería?

La novela plantea esta posibilidad sin entretenerse en ninguna explicación científica sobre los viajes en el tiempo. Simplemente es posible hacerlo y nuestro protagonista, un convencional profesor de instituto estadounidense en sus casi cuarenta años de edad, descubre por casualidad que puede utilizar una discreta alacena de un restaurante ordinario como puente al pasado, de forma que con independencia del tiempo que permanezca en el pasado, cuando regrese al presente, 2011, solo han transcurrido dos minutos en el tiempo real. Y algo más: cada vez que el protagonista utiliza la oscura y pequeña alacena para retroceder hasta 1958, regresa siempre al mismo lugar en el mismo día, hora y minuto, por lo que cualquier acto realizado en viajes anteriores no tiene consecuencias en el pasado y ninguno de sus personajes lo recuerda. Es un reinicio infinito. Solo al regresar a 2011, dos minutos después de haber abandonado el presente, puede apreciar si se ha producido o no algún cambio sustancial.

Y puestos a aprovechar la oportunidad, ¿qué mejor forma que instalarse en el pasado durante algunos años para llegado el momento, impedir el asesinato del presidente de los Estados Unidos? Este interrogante plantea otros de abrumadora ambigüedad: ¿Qué consecuencias tiene cambiar la Historia, con mayúsculas? ¿Cómo afectaría la supervivencia de Kennedy a los sucesos históricos posteriores a 1963, como fueron la guerra de Vietnam, la guerra Fría o la lucha por los derechos civiles? 

Estos interrogantes se responden satisfactoriamente para el lector hacia el final de la novela, pero no son más que un detalle anecdótico en esta narración. Lo verdaderamente interesante es cómo el protagonista percibe en su propia vida, recuerdos y sentimientos, lo que supone para alguien de 2011 viajar atrás hasta el año 1958 y comenzar allí una vida desde cero. ¿Cómo se adapta a una época, el nuevo presente, la nueva realidad, completamente distinta al mundo del que proviene?

Inicialmente no tuve interés en esta novela. La vi recién publicada en los escaparates de las librerías y la ignoré. Stephen King, un fabricante de libros, un vendedor nato, no es para mí un buen escritor. Es cierto que Misery y El resplandor fueron en su día lecturas muy satisfactorias, pero mis últimos intentos con este autor me dejaban frío y me veía obligado a abandonar sus lecturas. Así fue hasta que hace dos semanas la bibliotecaria de mi barrio me recomendó la novela. Te podría gustar, dijo, y me supo mal decirle que no, de modo que me llevé el libro a casa y le concedí las primeras páginas. Desde que puse el primer pie en el pequeño pueblo de Lisbon, Maine, en la costa Este de los Estados Unidos un caluroso día de septiembre de 1958, no quise regresar al presente. Deseé sumergirme en ese mundo que King describe con una maestría a la que no me tiene acostumbrado en otras de sus novelas. En dos palabras, me enganchó. 

La novela cumple con el verdadero significado de un viaje en el tiempo, porque no solo se trata de una buena historia de ciencia ficción, sino de un verdadero viaje en el sentido literario del término. El lector experimenta las sensaciones que despiertan en el protagonista este viaje increíble, la sensación real de encontrarse en otro mundo muy lejos de casa, de la época que conocemos como nuestra, en un mundo pasado donde nadie es consciente del secreto del protagonista y mucho menos de su propósito oculto. El protagonista está solo y lucha por mantener su secreto, debiendo callar todo aquello que sabe que va a ocurrir, y siendo consciente de sus limitaciones, pues no solo se trata de impedir el asesinato de Kennedy, sino que en sus relaciones con los hombres y mujeres que va conociendo en 1958, cualquier interacción puede provocar cambios en sus vidas, vidas que de otro modo estaban predestinadas en direcciones distintas.

Stephen King juega con este concepto, con el siempre fascinante interrogante de: ¿y si...?, mostrándonos en los capítulos iniciales, con los primeros viajes introductorios que el protagonista dedica a reconocer y comprender sus viajes en el tiempo, las consecuencias que sus pequeñas e insignificantes decisiones tienen en el presente cuando éste abandona 1958 y regresa. 
Centrándome en la novela como producto literario debo reconocer que me ha sorprendido. Por lo general aborrezco a Stephen King y es un autor que jamás he entendido, con las honrosas excepciones de su magistral novela Misery y El resplandor. Esta es la tercera novela de las que he ha publicado que a mí me ha causado una buena impresión. 

22/11/63 es una joya narrativa con la que Stephen King, a quien hace años que considero un autor sobrevalorado y de escritura vulgar y poco cuidada estéticamente, me ha sorprendido. Desde que comencé su lectura me enganchó por completo y para mí sus 819 páginas se me han quedado cortas. Deseaba mientras leía poder releer capítulos anteriores, hacerlo despacio, disfrutar cada párrafo. La historia me atrapaba y activaba regiones de mi masa gris cerebral que me permitían soñar, preguntarme acerca de las consecuencias humanas que un viaje en el tiempo, en realidad, podría tener. ¿Y si...? Esta es la incógnita que me animaba a pasar a la página siguiente devorando cada letra como un ratoncillo de biblioteca. Me sumergía en la historia y deseaba permanecer en ella, sabía que cuando abriese la cubierta del libro no vería letras impresas, sino el mundo de 1958 a 1963 desarrollándose ante mí con sus infinitos detalles, con vidas que se entrecruzan, temen, aman, sueñan y se expresan a través de las voces de unos pocos pero bien cuidados y diseñados personajes.

Existe una serie inspirada en esta novela y que lleva el mismo título, 22/11/63, y la he anotado en mi punto de mira a pesar de que sé que su trama no sigue fielmente la de la novela y existen diferencias importantes. Pero es que esta novela se me ha quedado literalmente corta y me ha dejado con ganas de más, con ganas de escuchar los grandes éxitos musicales de los 50, sus películas, sus recuerdos. Y también con las tres recomendaciones literarias que el propio Stephen King incluye en las páginas de su novela, una de ellas en el diálogo entre Jake y Sadie, sus dos personajes principales: El sonido del trueno, Ahora y siempre y Los ladrones de cuerpos, la primera de Ray Bradbury y las dos últimas de Jack Finney.

Si bien Stephen King ha sido siempre para mí un autor más centrado en lo comercial que en la buena literatura, tras leer esta novela he reconsiderado mi opinión hasta el punto de darle alguna oportunidad en el futuro a otros de sus títulos. 

Es mi opinión. Tú tendrás la tuya, si la lees.

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